viernes, 20 de agosto de 2021

¿Puede haber golpe en Brasil?

 

 

Desfile militar pasa por el palacio del Planalto el día que se votaba la modificación del sistema electoral brasileño ¿Las intentonas golpistas en Brasil son serias o son humo?

Son las 8 de la noche del domingo 30 de octubre de 2022. Los canales de televisión brasileños anuncian que Lula da Silva es electo como nuevo Presidente de su país y deberá asumir el 1 de enero de 2023. Sin embargo, en una cadena nacional, también transmitida en sus redes sociales, Bolsonaro avisa que no reconocerá el resultado. "Se comprueba lo que venimos denunciando desde hace años, está en marcha una conspiración para permitir que la izquierda vuelva al poder". Aunque no presenta pruebas dice "no tener dudas" del fraude y pide a sus simpatizantes que se movilicen "para defender la democracia". Minutos más tarde simpatizantes del excapitán invaden el Tribunal Superior Electoral y la corte suprema. En diversos estados las policías locales se amotinan y el caos se apodera del país. Es en ese momento que todo el mundo se pregunta ¿Que harán las Fuerzas Armadas?

Un poco de historia

Para intentar responder la pregunta del párrafo anterior, que plantea un hipotético escenario en 2022, hay que explicar un poco cómo han sido las relaciones civico-militares en Brasil al menos desde 1985 que fue cuando, en una transición en la que las Fuerzas Armadas dictaron los términos en los cuales volverían a los cuarteles, los civiles regresaron al poder tras 21 años de gobierno.

A diferencia de otros países del cono sur del continente americano, donde si bien con matices y con diferente grado de alcance, se llevaron a los tribunales a quienes perpetraron crímenes de lesa humanidad cometidos durante los "años de plomo", en Brasil no sucedió nada de eso. La ley de Amnistía, sancionada en la parte final del gobierno militar, exceptuó de responder frente a la justicia a todos aquellos que cometieron crímenes entre 1961 y 1979.

Tras 21 años en el poder, los uniformados brasileños volvieron a sus cuarteles y mantuvieron sus privilegios. El hecho de que el Ministerio de Defensa haya sido creado en 1999 es una muestra de la dificultad que tuvieron los civiles en controlar a las fuerzas, mucho menos hablar de una investigación del pasado. La ley de Amnistía se mantiene vigente y cualquier intento de revisarla fue tachada de herejía por los militares y aliados. La instalación de la Comisión de la Verdad, un tibio intento de mirar lo hecho por la dictadura durante el gobierno de Dilma que no se tradujo en investigaciones judiciales, resulto un punto de no retorno en el deterioro de las relaciones entre el Partido de los Trabajadores (PT) y las Fuerzas Armadas

Desgastados por todos los años de gobierno, pero apoyados por una parte de la población que agradecía especialmente ese quinquenio (de 1968 a 1973) donde el PBI creció un 10% anual, los militares brasileños se mantuvieron al margen de la política partidaria y esperaron a que una crisis político/económico y social los volviera a poner en el centro de la escena.

El gobierno Temer: abrir la caja de pandora 

Contradiciendo inmediatamente el párrafo anterior ese margen en el que se mantuvieron los militares no era tan al margen.  Durante todo el periodo democrático las Fuerzas Armadas (FF:AA) fueron utilizadas para la realización de tareas policiales las cuales se encuentran previstas en la Constitución. La "pacificación" de las favelas en Rio, reemplazar a policías de un estado amotinados o el control de eventos masivos fueron momentos en que se emplearon a los militares. Además de otras tareas logísticas que no son estrictamente su función.

Hay que aclarar que ese avance, tanto en cantidad como en calidad, de influencia en el gobierno civil se daría durante la presidencia de Michel Temer (2016-2018). Por cantidad me refiero a que cuando finalizó ese gobierno había ya unos 2700 militares desempeñando funciones, no esencialmente castrenses, en el ejecutivo federal. Por calidad quiero decir que esas presiones al poder civil que se realizaban por lo bajo o a través de las asociaciones de retirados comenzaron a ser hechas a cielo abierto. Llegando a su paroxismo con el tweet en el que el entonces jefe del ejército pedía a la Suprema Corte que negara un habeas corpus a Lula.

 

Apriete: del General Villas Boas a la Suprema Corte

Alejados de la política partidaria las FF.AA brasileñas se beneficiaron (como otros actores) del descrédito que atravesaba la clase política, producto de la crisis económica que se desato con fuerza a partir de 2014, pero también con las sucesivas detenciones y revelaciones que se dieron a partir las investigaciones anti-corrupción realizadas en el marco de la causa lava jato.  

Prueba de esta popularidad es que en octubre de 2017 una encuesta realizada por la agencia Pew revelo que el apoyo a un gobierno militar es mayor en Brasil que la media global que participó del estudio. El 38% de los entrevistados dijo que un gobierno militar "sería bueno" para Brasil. Tal vez no para estar al frente del gobierno pero las FF.AA se presentaban como una alternativa de "regeneración institucional" frente al posible retorno del PT al poder.

Para las elecciones de 2018 los militares tenían una importante valoración positiva entre la población, un programa de gobierno y estaban buscando un candidato. Paradójicamente lo encontraron en un excapitán procesado por indisciplina y con 28 años de experiencia como un oscuro parlamentario que (excluido Lula de la contienda electoral) lideraba en intención de voto. Estamos hablando claro de Jair Messias Bolsonaro.

El gobierno Bolsonaro y los militares ¿No hay vuelta atrás?

Tras haber sido afiliado a 8 partidos políticos antes de llegar a la Presidencia, Bolsonaro carecía de un partido o polo de partidos que estructurasen su gobierno. Ese servicio de organización estatal fue asumido por las Fuerzas Armadas. Si durante el gobierno Temer los militares tuvieron más participación, con la llegada del excapitan se dio un "salto cuántico" en lo que hace a la participación militar en el gobierno civil. Hombres de uniforme asumieron en masa responsabilidades en el Gobierno Federal. Los militares, en activa o retirados, pasaron a estar al frente en ministerios, secretarías, direcciones o en empresas estatales. 

Un relevamiento realizado en julio del 2020 determino que había  más de 6.000 militares en cargos en el ejecutivo. En este momento 6 de los 23 ministerios u órganos con esa jerarquía están encabezados por un militar. Salvo Venezuela no hay ningún otro país sudamericano en el que los militares tengan tanta presencia en la administración civil.

No hay que sorprenderse si esa simbiosis entre los militares y el gobierno Bolsonaro afecta la imagen que la población tiene sobre los primeros. La proclamada "eficiencia" castrense en la gestión fue (como mínimo) puesta en duda especialmente en el ámbito del combate al coronavirus. Durante los meses en los que el General (en servicio) Pazzuello estuvo al comando de la cartera de Salud los muertos por Covid-19 pasaron de 15.000 a 280.000. Escenas de colapso se vivieron en la ciudad de Manaos a principios de 2021, donde los pacientes morían por falta de oxígeno, situación frente a la que el Ministerio estaba advertido y reacciono tarde.

Tampoco han salido inmunes frente a las denuncias de corrupción. La comisión del congreso que investiga el manejo de Bolsonaro durante la pandemia puso la lupa en la compra de vacunas anticovid. En julio se realizaron declaraciones explosivas en las que un vendedor de vacunas acusaba un funcionario del Ministerio de Salud de pedirle una coima de 1 dólar para cada vacuna comprada. Varios de los exfuncionarios investigados son militares.

Mientras tanto Bolsonaro hace lo posible por lo que esa identificación entre las Fuerzas Armadas y su gobierno sea irreversible. Habla de que "mi ejercito" saldrá a defender la libertad de los brasileños e invita a militares en servicio a participar de sus actos participar en sus actos partidarios. Son en esos mismos actos, en sus lives que realiza en redes sociales o en sus apariciones a la salida de su residencia frente a sus seguidores en los que amenaza que no habrá elecciones o que si estas se hacen con el sistema electoral actual serán un fraude.

A diferencia de lo que sucedió en los Estados Unidos, la reacción de los militares frente a las amenazas que realiza este Enver Hoxha del trumpismo han sido de un inquietante silencio. Es por eso que frente a un escenario en el que Bolsonaro desconozca el resultado electoral, con amotinamientos en la fuerzas policiales y/o ocupación de los tribunales habría que preguntarse cual sería la reacción de los militares ¿Apoyaran a la Constitución o se mantendrán fieles a su ex camarada? ¿Permitirán que el PT vuelva al poder? 

Como el aprendiz de brujo en Fantasía, cualquier gobierno no bolsonarista (si se cumple lo que dicen las encuestas) que quiera volver a poner a los militares en sus cuarteles se enfrentara con grandes dificultades y resistencias. Tras haber disfrutado de los beneficios de ser parte del poder y por su afinidad ideológica con Bolsonaro el factor militar seguirá sera parte de la política brasileña por mucho tiempo. Claro que para primero haya un gobierno no bolsonarista primero deberá haber elecciones en 2022 y una transición de poder.